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Trabajo en la fábrica, donde los bloques de granito se convierten en producto final.
El yacimiento de Quintana de la Serena tiene material para 200 años más

El yacimiento de Quintana de la Serena tiene material para 200 años más

La falta de trabajadores jóvenes preocupa al sector de granito, que empieza a ver la luz tras la crisis

José M. Martín

Domingo, 15 de enero 2017, 00:22

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Dicen que ganarse la vida golpeando la piedra forja un carácter especial, que a la vez que se trabaja el granito se moldea la personalidad y la forma de ver la vida. Lo saben bien en Quintana de la Serena, una localidad asentada sobre un batolito, una enorme masa de roca granítica, en la que sus habitantes llevan generaciones dedicando su vida profesional a las canteras.

La leyenda Bienvenidos a Quintana, ciudad del granito, tallada sobre una piedra del mismo material, recibe a todo aquel que llega a este municipio situado al este de la provincia de Badajoz y es un fiel reflejo de la importancia que tiene el sector de la piedra ornamental para la localidad. «Lo es todo. Aquí no encuentras la fachada de un edificio que no tenga algo de granito», asegura José Ángel Benítez, alcalde local, que añade que son pocas las familias que no tienen relación con el trabajo en las canteras de las que se extrae el granito Gris Quintana.

Esa influencia también se reconoce en el lenguaje. Expresiones como comer patatas con escombros, que se utiliza cuando las cosas vienen mal dadas, es un ejemplo de ello. Y en los últimos tiempos ha sido una frase muy repetida. En la actualidad están en activo unas 28 empresas, cuando antes del año 2007 se superaban las 50.

La crisis económica afectó al sector de la construcción, al que está íntimamente ligada la producción de las canteras de Quintana, ya que los productos más comunes que salen de las fábricas locales son bordillos, losas y adoquines, así como otros elementos destinados a la pavimentación y mobiliario urbano. Sin embargo, el descenso en el volumen de negocio no se notó hasta el año 2011. Entre 2008 y 2010 el Plan E mantuvo a flote la obra pública y la sensación de estabilidad en las empresas. Fue entonces cuando se terminaron los pedidos, se redujo la extracción y llegaron los problemas financieros.

En 2010, la producción bruta de las canteras de Quintana alcanzó las 258.466 toneladas, de las cuales se vendieron 219.276. Cuatro años después, en 2014, la venta superó con poco las 90.000 toneladas. «De generar unos mil empleos directos, otros 1.500 de manera indirecta y de tener paro cero, se pasó a unas tasas de desempleo del 40 por ciento», apunta el primer edil del municipio.

Ahora, la situación parece que está cambiando. «Hemos tocado suelo, si éste aguanta ya solo nos queda subir», dice Isidro Murillo, gerente de Canteras Reunidas Asociación Profesional, la entidad titular de los derechos mineros y de la que forman parte las empresas que tienen concesiones de cantera y que, por tanto, pueden explotar el yacimiento. Ya en 2015, la producción vendida se situó cerca de las 100.000 toneladas y, pese a que solo es un 44% del volumen de 2010, creció casi un 9% con relación al año anterior.

Es precisamente el carácter familiar de las empresas y la vinculación personal y sentimental de los trabajadores lo que ha motivado que las empresas de Quintana hayan aguantado la crisis, mientras que las grandes industrias que había en el sector de la piedra en la región «Grabasa, Margrasam, Inexroc o la vieja Pizarra Villar del Rey, entre otras», rememora Murillo han desaparecido.

Esto es entendido como una de las grandes fortalezas de las firmas de la localidad. «Estamos hablando de industria, pero tiene similitudes con la agricultura. La gente aquí está pegada a la tierra», insiste el gerente de Canteras Reunidas, aunque es consciente de que todavía tendrán que cerrar algunas fábricas más.

Muchas de ellas están en una situación difícil y arrastran serios problemas de viabilidad económica debido a las dificultades de los últimos años. «Lo peor no ha sido la falta de trabajo. Lo peor han sido los impagos», reconoce Jesús Gómez, presidente de Canteras Reunidas, socio de Granitos Gómez Rocha, hijo de cantero, y cantero desde los 17 años. Según él mismo, su empresa tiene impagos por valor de más de 700.000 euros y aunque en 2015 y 2016 ha notado cierta mejoría en la facturación, todavía siente los efectos de esas deudas. «No soy un caso aislado, los impagos han afectado a muchos otros empresarios», dice.

Escuela de Granito

La recesión económica también está comprometiendo el futuro laboral en la tradicional fuente de riqueza de Quintana. El trabajo en las canteras, que siempre estuvo bien valorado y remunerado, ya no es visto como una opción profesional atractiva para los más jóvenes. Una muestra de ello es la situación de la Escuela del Granito, un proyecto que se planteó en el año 2005, y que la crisis se llevó por delante. El edificio para acoger este centro de formación se construyó, pero no se ha impartido en él ni una sola sesión.

Hace más de una década las canteras generaban mucho empleo, pero de poca cualificación. Desde la asociación profesional se detectó la necesidad de reconvertir a sus trabajadores en profesionales que no solo fueran canteros, sino que supieran manejar una maquinaria cada vez más informatizada y, al mismo tiempo, de incidir en la formación artesanal que se estaba perdiendo debido a la mecanización de la producción.

Ahí es donde entraba en juego la Escuela del Granito, pero en su momento no hubo tiempo de que se pusiera en marcha y «hacerlo ahora es completamente ilógico, porque no hay alumnos que quieran formarse, y las industrias no podrían asumir la mano de obra formada», expone Benítez.

En Canteras Reunidas siguen pensando en que el edificio puede ser de utilidad. «Si ahora el negocio ha bajado, la formación se debe adaptar a la situación actual. Una de las opciones sería un taller de labra que cumpliera con toda la normativa europea, y que sirviera de modelo para implementar sistemas de actuación que redujeran el riesgo de silicosis», según Murillo.

Esta enfermedad, la silicosis, se produce por la inhalación de las partículas de sílice cristalina que se encuentran en el polvo que desprende el granito al trabajar sobre él. Afecta al sistema respiratorio, y son muchos los trabajadores que la padecen.

Los empleadosen el taller de labra, la sección de la fábrica donde el trabajo es manual, están más expuestos al haber más materia en suspensión que en la zona de corte, donde los discos se refrigeran con agua y ésta arrastra el polvo al suelo. «Creo que la labra tiene los días contados. Los talleres están dotados con máquinas de aspiración de polvo, pero todavía no funcionan bien. Los trabajadores deben tener mascarillas y tapones para los oídos, pero hay que perfeccionar todo y mejorar en seguridad», apostilla Gómez, que también ve un problema en la falta de jóvenes trabajadores que quieran iniciarse en el labrado de la piedra, por lo que la formación le parece una buena solución. «Hay avances, pero todavía tiene que ser el cantero el que dé los retoques necesarios y la forma definitiva. Acabados como el abujardado se tienen que hacer de forma manual», reconoce el cantero.

El paisaje

La enorme masa de piedra granítica, el batolito, sobre la que está emplazada Quintana de la Serena es el yacimiento más explotado de Extremadura. A pesar de ello, los estudios realizados demuestran que, por lo menos, le quedan 200 años de vida útil.

La vista desde la parte alta de El Cerro Alto, una de las tres zonas de extracción, impresiona. El color gris predominante contrasta con el amarillo de las máquinas y los filos rojizos de las diaclasas, cortes naturales en la masa de roca que se han oxidado con el paso de los años.

El agujero es enorme y, aunque se ve gente trabajando, el espacio es tan amplio que la sensación es de silencio solo roto por las explosiones que sirven para cortar la roca en los grandes bloques que llegan a la fábrica. Allí, donde la piedra se transforma en producto final, el ruido no cesa, los discos de corte están en constante movimiento y se hace difícil mantener una conversación.

La mayor parte de la producción de las empresas de Quintana está destinada a la obra civil y al mercado nacional. La artesanía es, por tanto, uno de los aspectos en los que hay margen de mejora. «Creemos que hay mercado para ello y que lo podemos ocupar», relata Murillo, que ve necesaria la formación de los empresarios para que el sector evolucione.

«Los que dirigen las empresas hoy son los trabajadores de hace 30 años. Siguen haciendo las cosas igual, y no se dan cuenta que la producción es solo una pequeña parte en la gestión de una empresa moderna, que quiera tener vocación exportadora y ser eficiente», comenta el gerente de Canteras Reunidas, que mira al futuro con moderado optimismo y lo observa viable, pero con cambios.

«Probablemente, habrá menos empresas dedicadas a la manufactura en serie, y solo aquellas que tengan posibilidad de exportar y de fabricar con eficiencia y con costes bajos, mientras que las pequeñas se especializarán en productos concretos, como arte funerario, mobiliario urbano o de interior u objetos de decoración», aventura Murillo.

La reconversión del conjunto del sector de la piedra ornamental se planteó hace varios años en un plan integral para toda Extremadura que no llegó a implementarse. Ahora, en la asociación profesional de Quintana son conscientes de que deben adaptar algo similar a pequeña escala que mejore la eficiencia en los cortes de la cantera y en las fábricas, posibilite un mejor tratamiento de los residuos, y facilite el cese de la actividad a aquellos empresarios que así lo decidan.

Tras unos años muy complicados, todas las partes coinciden en que lo peor parece haber quedado atrás. «Va a ser un año bueno. Hay muchos proyectos europeos Edusi y cuando hay obra pública, Quintana siempre está a la cabeza», concluye Benítez.

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